Estamos haciendo un experimento: invitar a gente de diferentes disciplinas a escribir sobre ellas y qué conocimiento buscan. Esperamos que este experimento crezca y se convierta en una especie de residencia de escritores. Queremos traer perspectivas frescas, ayudar a conectar ideas y que disfrutéis estas lecturas diferentes.
Nuestro primer residente es Nicolás, un antropólogo, y este es ya su séptimo post:
La tensión entre distancia y compromiso
Como ya mencioné en anteriores entregas, la etnografía es la herramienta metodológica que caracteriza a la antropología social. También en anteriores entregas, me refería la perspectiva ética de Eduardo Restrepo y se puso de manifiesto la necesidad que tiene el etnógrafo de reflexionar sobre la forma en la que lleva a acabo la recolección de investigación y el trabajo con sus sujetos de investigación. En esa misma línea, en esta entrega quisiera referirme a una forma de hacer investigación etnográfica y que implica totalmente al investigador con su sujeto de estudio.
Según los preceptos clásicos de las ciencias sociales (que se desprenden del positivismo), el investigador siempre debe mantener una posición de objetividad que lo distancia de su objeto de estudio. Sin embargo, según algunas corrientes más contemporáneas de la antropología, el etnógrafo debe partir del hecho de que no está investigando objetos, por el contrario investiga a sujetos. Esta distinción que puede parecer irrelevante a simple vista implica tener en mente muchas cosas, dentro de las que quiero resaltar tres: Los sujetos de estudio tienen agencia sobre su vida (y por lo tanto su voluntad afecta a la investigación), los sujetos son dinámicos y por lo tanto los resultados de la investigación no son la última palabra, el trabajo con sujetos siempre va a estar sometido a contingencias.
A partir de ese cambio de concepción aparece una nueva forma de hacer etnografía en el seno de las corrientes de antropología más politizada; es el caso de la antropología militante propuesta por el colombiano Luis Guillermo Vasco. Cuando este autor se dio cuenta de que compartía el horizonte político de los sujetos con los que hacía etnografía, la preocupación porque su posición no se viera permeada desapareció, en tanto él consideraba que al ser la misma, no se vería afectada en demasía. Lo anterior da lugar a que Vasco proponga la idea de “construir” la etnografía en conjunto con los sujetos.
Esta idea de “construir” la etnografía implica un cambio en la utilización y la obtención de los datos. La obtención se produce de una manera más fácil, porque se plantea un diálogo entre el investigador y el sujeto en el cual, el primero ayuda a desnaturalizar los aspectos de la vida cotidiana que se quieren abordar, mientras que el segundo explica totalmente el sentido de dichas interacciones una vez desnaturalizadas, por lo que el rango interpretativo se reduce. El cambio de la utilización de los datos puede llegar a ser el más radical, ya que postulados como el de la antropóloga estadounidense Joanne Rappaport, sugieren que el producto final, es decir el texto etnográfico, debe ser realizado no sólo por el investigador, sino que el sujeto también debe plasmar su voz en él.
Si bien es cierto, el anterior tipo de etnografía es muy atractivo en términos políticos al darle voz al sujeto de investigación (el cuál en muchas ocasiones suele ser un “otro” desde la perspectiva de occidente) en términos metodológicos también tiene ventajas. Como ya había mencionado en el párrafo anterior, el margen de interpretación (y por lo tanto de mal interpretación) de los datos disminuye cuando el sujeto de investigación es quien se encarga de explicar sus propios significados. Sin embargo, eso también plantea desventajas y es que la adopción de una agenda política implica que, de cierta forma, la investigación va a estar al servicio de esa agenda política, por lo que cabría preguntarse qué tanta imparcialidad se puede mantener a la hora de interpretar datos a través de un marco de análisis político determinado.
Para finalizar quisiera dejar claro que, personalmente, no confío mucho en este tipo de investigación. Según mi perspectiva investigativa, los intereses del sujeto de estudio deben ser estudiados, no ser los encargados de determinar el horizonte que seguirá la investigación. De cualquier forma, también considero que las ventajas que presenta este tipo de investigación pueden ser utilizadas en otros tipos de análisis cualitativo, diferentes a la etnografía y seguramente encontrar gran éxito en ellos.
Nicolás Vallejo
Mensaje de Tayari:
Este artículo hace parte de un experimento donde invitamos a personas de diferentes disciplinas a escribir sobre ellas y qué conocimiento buscan. Esperamos que este experimento crezca y se convierta en una especie de residencia de escritores. Queremos traer perspectivas frescas, ayudar a conectar ideas y que disfrutéis estas lecturas diferentes.
Aunque haya muchas diferencias entre una labor académica como es la antropología y la nuestra como consultores, nos gustaría hacer una pequeña reflexión. Desde nuestro enfoque, podemos decir que en algunos aspectos nos aproximamos más de las corrientes más contemporáneas de la antropología. Por ejemplo, tomamos como dado que las personas de las organizaciones tienen su propia agencia o voluntad y por eso afectan también a nuestra intervención. Independientemente que se encuentren más o menos motivadas para el cambio, empezamos con la invitación a colaborar con nosotros y a que sean voces activas en los procesos de acompañamiento, teniendo en cuenta los principios de participación plena. Además, si acordamos colaborar con una organización, es porque aceptamos su agenda, sus objetivos y resultados que pretenden conseguir.
Por otra parte, nos encontramos cerca de los preceptos clásicos cuando reforzamos la idea que no hacemos parte de la organización y que nuestra intervención es limitada en alcance y/o en el tiempo. Además, nuestra actividad no se restringe a entender la organización en su situación actual, sino que tenemos la responsabilidad de usar nuestro conocimiento e influencia para ayudar la organización a alcanzar sus resultados en el futuro, aunque la responsabilidad de hacerlo sea siempre de la organización misma. Así, para poder hacer nuestra labor, también tenemos que hacer tangible aspectos que nos permitan mantener la distancia y objetividad y hacer uso de nuestra propia participación plena, que en algunos momentos exige comunicar que nuestra visión es diferente de la organización. En estos casos, lo primero que lo hacemos es presentar esa discrepancia, trayendo nuestra experiencia al servicio de la organización y empezando conjuntamente un proceso de toma de decisiones razonada para conseguir el camino más adecuado hacia los objetivos.